miércoles, 13 de mayo de 2009

¡De viaje a la playa!

Dos en un día…, ¡pa´que veas!

Como dije..., a escribir toca.

Para alguno su infancia fueron recuerdos de un patio de Sevilla, de un huerto claro donde madura el limonero…

Para mi, mi infancia son recuerdos de un montón de cosas, como le ocurre a todo el mundo. Pero el otro día, ahora mismo no recuerdo ni como, ni porque, ni donde, me acorde de algunas cosillas que tenia casi olvidadas.

Imagino que fue alguno de estos días yendo hacia la playa, me acorde de aquellos fines de semana en los que hacíamos el macuto y nos veníamos a pasar el finde o algún puente en fechas cercanas a estas de hoy…, pero muchos años atrás.

No se porque me vino el aroma del viaje. Viaje que ya no será nunca como antes. Ahora en media hora te pones en cualquier sitio, sin pararte, sin casi ni mirar por la ventanilla, escuchando la radio o algo de musica interrumpida de vez en cuando por alguna llamada al práctico manos libres que algunos multas nos quita.

Antes no era así. Salíamos de casa, por ejemplo, el sábado más o menos temprano. Subíamos el Puerto de la Cadena a velocidades nada comparables a las actuales, y de vez en cuando nos topábamos con pequeñas caravanas de vehículos que iban con parecido destino. Sobrepasábamos algún coche parado en la cuneta al que se le calentaba demasiado el motor y probablemente le había fastidiado el finde a sus propietarios.



Superado el obstáculo del Puerto iniciábamos la bajada pensando ya en la indispensable parada de en alguna de las venta que había en la ruta. Allí, en un momento acopiábamos aquello que nos alimentaria esos días en la playa. Con esta compra continuábamos el camino pero acompañados de ese aromilla a pan recién hecho y embutido fresco, pellizcando el pan calentito acompañándolo de algún trozo de salchicha.

Como digo…, continuábamos el viaje. Aparte de nosotros mismos, en el coche siempre nos acompañaban otros…, la mayoría de las veces era Serrat recordándonos a Miguel Hernández, a Machado, a el mismo y a todas esas pequeñas cosas. Otras veces eran el trío Los Panchos cantando Vagabundo o La hiedra con o sin Eydie Gorme. Con tal banda sonora seguíamos el camino. A veces parábamos a comprar algún refresco en cualquier bar de un pueblecillo del camino. Recuerdo parar en la cuneta a coger de algún campo de cebada canutillos con los que hacer unas pajillas para la Fanta de naranja. Era una parada voluntaria casi siempre, unas veces para eso, otras para cortar unas cuantas margaritas y otras… Otras veces no era voluntaria ni premeditada esta parada, mas bien era precipitada, debido a que a alguien, a una de los dos hermanos que éramos en esos tiempos y que no era yo, siempre le daba por vomitar.



Otra casi obligatoria era la que hacíamos frente a la barrera del paso a nivel que prácticamente en todos los viajes nos pillaba bajada. Pacientemente veíamos correr frente al coche el tren que iba o venia de Cartagena. Ahora ya no es así, ni el tren puede detenerte en tu camino hacia las playas. Antes o después de ese paso, no recuerdo bien…, había una pequeña granja con algunas vacas lecheras. Me gustaba mirarlas mientras nos miraban.

Tras unos cuantos pueblecitos mas y algún que otro semáforo en la ruta llegábamos al destino. Como comenté antes, la duración del viaje no es en nada comparable a la actual. Pero el encanto tampoco es el mismo. Ahora todo es mas simple.

Ya en casa tocaba quitar los tableros que protegían puertas y ventanas del frío y lluvia del invierno. En su interior todo era penumbra, humedad y olor a salitre hasta que los retirábamos. Después de eso todo era luz y aire marino fresco y húmedo. En la calle siempre habían unos cuantos coches de familias de vecinos que habían tenido los mismos planes para ese fin de semana. Los mayores se saludaban y se contaban lo mismo de siempre…, que si que buen día hace, como pica el sol, no veas como esta la casa de estar cerrada….

Una de las cosas que hacia siempre, después de comprobar que todo seguía en el sitio que lo habíamos dejado el verano anterior, era correr hacia el patio trasero para quedar asombrado con la cantidad de matas que habían crecido en estos últimos ocho o nueve meses. Siempre era lo mismo pero siempre me sorprendía. Que le voy a hacer, soy así de simple.

Después de esa mecánica comprobación, corríamos a ver las bicicletas, a darle aire a las ruedas y dar la primera vuelta por el pueblo. Teníamos que hacer el reconocimiento de lo que había cambiado desde el verano anterior, ver las casa que había abiertas, y alguna nueva que estuvieran construyendo donde antes había un solar o casa vieja.

Comidas, meriendas, cenas, sueños…, y entre todo eso jugábamos, nos bañábamos y reíamos, veíamos a parte de la familia que también podía haber pasado el finde por allí, cambiábamos la rutina del invierno por la novedad del cercano verano.



Esos dos días se pasaban volaos. Llegaba el Domingo en la tarde, macutos y bolsas de nuevo al maletero. No solíamos salir demasiado tarde en previsión del dominical atasco que casi siempre nos esperaba en la subida al Puerto. El viaje de vuelta solía ir amenizado por algo bien diferente al de ida, en este caso la banda sonora la ponían los locutores de la radio gritando ¡Goool en Las Gaunas...! o cosas similares relacionados con los partidos de liga y con esa quiniela que siempre hacia mi padre y nunca acertaba catorce. Miento..., alguna vez si que atino con los catorce, pero claro…, la alegría dura poco en la casa del pobre…, siempre en esa jornada había en España cientos de personas que habían pensado los mismos resultados que el, y claro…, tocaban a cuatro duros mal contados.

Siempre la misma historia, siempre el mismo final.

Acabo como empiezo. Mi infancia no son recuerdos de un patio de Sevilla, pero son recuerdos de otras cosas. Las que conté hoy entre ellas y otras muchas que seguro nunca contare pero que siempre las recordare.

Hasta otra…, hasta cuando sea…

3 comentarios:

~ R ~ dijo...

Veo mi Señor, por lo que escribís, que somos de generaciones cercanas, pues mis recuerdos infantiles se acrecan sobremanera a los Vuestros,... un placer compartir recuerdos.

Expresiones infantiles varias.

Weto dijo...

Es increiblemente curioso lo similares que son los recuerdos de personas de lugares tan dipares.
La identidad en los gustos, sensibilidades, instintos y ocurrencias que describes, con las de otros de tus lectores dan que pensar.
Al menos a mí me hace más parte de la humanidad.
Un saludo.

Pep dijo...

Queramos o no somos parte de la "Humanidad".
Pero esa palabra por desgracia deberia ser analizada en profundidad, lo humano no es necesariamente bueno.
En este caso esta humanidad que nos acerca o nos iguala no es mala.
Pero otras supuestas conductas "humanas"....., eso seria otra cuestion..., quiza sea tema de un post un dia de estos.
Capitan..., Weto..., gracias por pasaros por aqui.

P.D.: como palabra de verificacion me ha salido "serootte"..., jejeje..., debe de ser un "sero" muy grandote.., jajaja.